En los tiempos del COVID 19 personas de la tercera edad murieron y muchas lo hicieron en la soledad de sus grandes mansiones o en aquella casa donde un día hubo mucha algarabía, pese a la pobreza.
A esto se sumó un elevado porcentaje de ancianos “viviendo” en los geriátricos, espacios, que los acogen porque no tienen a donde ir dado que la paciencia y el tiempo de los familiares, feneció. Entonces, los abuelos, las madres, en definitiva los ancianos quedaron sobrando en esas casas o mansiones que les costó construirlas en su juventud.
Que triste, en el año 2020, murieron sin el abrazo del nieto que recién se acoplaba en un mundo amenazante, del hijo o hija al que quiso bendecirlo con sus labios y sus manos, de su perro fiel; que más que perro fue ese amigo incondicional.
Se suponía que la amenaza de la muerte circulando en un pequeño virus microscópico debía cambiarnos, transformarnos y moldearnos a la imagen de un ser humano con sentimientos y valores; pero tristemente las noticias nos restriegan a diario, que la maldad del ser humano no tiene límites: más femicidios, delincuencia, asaltos, desempleo, corrupción y más promesas de falsos y cínicos lobos vestidos de ovejas.
Con todo lo referido, una herencia que llega como regalo divino se convierte en una herencia que no merecen las almas malagradecidas. Así las almas ambiciosas, envidiosas y mezquinas son entregadas a merced del diablo cuyo corazón ha vuelto de piedra.
La ambición del hombre no tiene límites, más valor tiene el dinero que el linaje y las enseñanzas de vida. Entonces, qué tan sensato es dejar casas, dinero, terrenos a personas no agradecidas y necias; quienes con dinero pierden valores y familiaridad.
Basta de peleas absurdas que evidencian el lado más obscuro de la humanidad. Hay que reflexionar y entender que una casa, por la que se pelean, es el sacrificio de padres y abuelos; quienes lloraron, sufrieron privándose de muchos lujos como por ejemplo: viajar y vestir trajes lujosos.
Los ancianos dejaron de vivir para acomodar la vida de unos hijos desagradecidos con un corazón en el que ha calado profundo la mezquindad y la falta de un verdadero sentido de hermandad; de esa joya llamada familia.
Bien dicen que lo que no nos cuesta sacrificio no aprendemos a valorar nunca; pero más allá de un bien material hay que comprender que los años, la vida misma de nuestros progenitores es lo que se va y eso no tiene boleto de regreso.
Cuando ya no estén y sean parte de la madre tierra no necesitan llantos tardíos que no van a dar ningún fruto y que son solo parte de un show.
Tomás Galindo Pazán
La Depravación Humana y la Urgente Necesidad de Salvación
La pandemia de COVID-19 ha expuesto la profunda soledad y abandono que muchos ancianos han sufrido, lo que nos lleva a reflexionar sobre la depravación total del ser humano y su apremiante necesidad de salvación. La Biblia enseña que cada ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27) y merece ser tratado con dignidad y amor.
Sin embargo, la Biblia también revela que el ser humano está caído en pecado, merece el infierno y necesita salvación. La humanidad ha rechazado la Palabra de Dios, negando la realidad de nuestra naturaleza pecaminosa y necesidad de redención (Romanos 3:23). Esto ha generado corrupción, egoísmo y falta de amor, frutos de una vida anticristiana, orgullosa y neopagana.
La familia, instituida por Dios, debe cultivar el perdón, el amor, el respeto y la enseñanza de los mandamientos de Dios. Pero, ¿qué sucede cuando la sociedad rechaza al Señor Jesucristo? Caemos en un abismo de locura mentirosa y homicida, camino al infierno eterno que merecemos.
¿De qué se asombran si enseñan a los niños que el asesinato (aborto y eutanasia) es un «derecho»? ¿No es lógico que los niños que no fueron abortados opten por la eutanasia para sus padres cuando los consideren viejos, enfermos o inútiles? Esto es consecuencia de haberles enseñado a odiar a Cristo y Su Palabra, la Biblia. A futuro no se asombren de la sociedad diabólica que han sembrado hoy.
No obstante, el Evangelio de Dios ofrece esperanza. Solo a través de la fe viva en El Señor Jesucristo podemos recibir el perdón de Dios por nuestros pecados y la regeneración por el Espíritu Santo que todo el mundo necesita (Efesios 2:8-10). La verdadera transformación viene cuando nos rendimos a Cristo, nos arrepentimos de nuestros pecados y creemos en Él.
Una sociedad cristiana buscará ser compasiva, recordando que el verdadero tesoro no está en las posesiones materiales, sino en el amor y perdón de Dios en Jesús, lo que lleva a la unidad familiar por añadidura. La fe en Cristo es el único camino de vida eterna y reconciliación con Dios y el prójimo (Hechos 16:31).
Cristo o caos. “El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Mercedes
Querida Karina gracias por seguir escribiendo para este espacio. Recordar esa época nos trae recuerdos complejos que hay que asimilar y aprender de las experiencias vividas.