Fragmento del monólogo teatral El Pollo, entre cuchillos y fronteras. Por: Juana Estrella
Abdel mi hermano mayor, él sí sabe oler, aunque tenga, bueno, tenía esas ojeras que lo hacían tan atractivo por fuera y con tanta dignidad por dentro. Papá dice que la dignidad es lo único que llevamos puesto al nacer, y que a muchos se les cae en el camino, pero que a Abdel no, y que por eso regresó al lugar donde nació. Papá dice que ya no pudo volver.
El primer recuerdo de mi vida es la cara de mi hermano Abdel, muy cerquita. Tengo la figura de su cara grabada en cada punta de los diez dedos de mis dos manos. Abdel no sabe hacer cuentas pero sabe contarme cosas del corazón, con él aprendí que los astrolabios son el alma de los marineros, que los tubérculos son poesías de la tierra, que las alas de los pájaros son los niños que han muerto y que quieren seguir mirando al mundo, que si uno se detiene cuando corre muy rápido, un pedazo del alma se evapora, que los hijos son los padres divididos y que no existen los finales.
La última vez que lo vi, vino a mi habitación, se sentó a mi lado y me dijo: recuerda bien Fátima, lo peor del cambio climático es que elevará el nivel del mar hasta 2 metros, y el Everest será 2 metros más bajo, y ya nadie podría subir tan alto y sentir la misma presión por milímetro cuadrado, me dio un beso en la frente y se fue. En aquel momento no entendí, ahora tampoco, pero sí que sé que habrá que cambiar todos los altímetros y los números de los mapas topográficos.
Dicen que hay lugares en el mundo en donde nunca se ha escuchado la explosión de una bomba, pues parece que hay gente que escucha el doble de la dosis de explosiones de la gente que nunca la ha escuchado. Los imbéciles están distribuidos equitativamente en cada parte del mundo, los genios también, pero las bombas no. Seguro deber ser un tema que nadie ha resuelto de distorsión de probabilidades en la teoría de juegos. Eso resolvería todo, tengo que ponerme en ello.
Nos divide el miedo, me dice Luis, sólo el miedo…¡que absurdo!.
Hablando de absurdos, también hay una frontera que llevo aquí dentro, no sé dónde, ¿en las entrañas? Cada cual debe llevar la suya, me imagino, quizás ustedes también, yo sí la llevo, los pollos seguro que no la llevan, al menos yo nunca se las he encontrado. Una frontera, como una mordaza que me aprieta la boca desde atrás, me la cierra y no me deja gritar… ¡que NO! ¡Que yo no hago eso! ¡que no le voy a clavar el cuchillo a nadie!, sea de la marca que sea, ¡que no quiero aunque me lo manden! ¡que yo no puedo hacerlo!, que también nací con mis ojeras y mi dignidad! como mi hermano Abdel.