El beso volado Por: Mercedes Jarrín Molina
Por: Mercedes Jarrín Molina
Otra de aquellas noches en las que el sueño decide no presentarse, otra de aquellas noches en las que sin darse cuenta las lágrimas aparecen sin ser invitadas, sólo las siente y son acompañadas por suspiros hondos que se escapan y le permiten saber que sigue vivo; aunque más veces de las que le gustaría reconocer, preferiría no estarlo.
Francisco da pasos lentos, apenas siente el frío, lleva puesto esas medias de lana que su pequeña Mary le tejió en sexto de básica por el día del padre, al parecer tienen ya un agujero donde el gélido de la madrugada se cuela; da pasos lentos y lo más suave que puede, no quiere despertarla, la madera no colabora y al sentir el peso de sus 150 libras parece que se quejara; se detiene y suavemente toma la manija de la puerta, está helada, la gira y se asoma con timidez, ahí está ella, sumida en el mas esperanzador sueño, como siempre, destapada, la cobija en el suelo, y todo su cabello alborotado; la cubre, arregla sus cabellos y tiene la intensión de besarla pero se detiene, no quiere despertarla, opta por un beso volado de esos que Noelia le enseñó a regalar a su hija cuando tenía dos años:
—Mijita, los besos volados sólo a los que se portan bien les tiene que regalar. A ver, cómo se hace, mire a la mami: la manito, el beso mua y le regala al que se ha portado bien; de nuevo mi amor, la manito el beso mua y le regalamos al papito que se ha portado muy bien.
Una más de los cientos de escenas que se atropellan en su mente, recuerdos que se instalan en su pecho y no quieren salir, aunque la realidad es que él no los deja hacerlo, se aferra a ellos, es lo único que le queda de ella y no va darse el permiso de dejar de añorar, sufrir y extrañarla. Han pasado ya tres años y para él las noches siguen siendo interminables y los días un esfuerzo supremo por sobrevivir.
Tiene la intención de salir del cuarto, decide recoger unas medias sucias y ponerlas en el tacho que está en el clóset y al abrir la puerta para depositarlas, sus ojos se encuentran con una caja arrinconada en el fondo, no la había visto antes, regresa a ver a Mary que se ha movido en su cama y ha hecho unos sonidos de incomodidad, y se paraliza, espera unos segundos y continúa con su tarea, le llama la atención esa caja; con sumo cuidado la saca y poco a poco se sienta sobre la alfombra, fría y áspera, se acomoda y coloca la caja en su regazo, la abre con todo el cuidado del mundo, se siente un espía revisando las cosas de su pequeña de diez años, de reojo la mira y nuevamente está profundamente dormida, decide continuar con su tarea y lo primero que encuentra son unos escarpines, los reconoce, son los primeros que tuvo, los tejió la abuela Jacinta, su suegra, dentro está una nota, la saca y al mirar la letra una especie de sobresalto lo atrapa, sabe que la autora es Noelia.
“Querida Mary, estos escarpines tocaron tus pies diminutos y arrugados, eras una bebé tan pequeñita, te colgaban los pellejitos, te confieso que me asusté al inicio por tu tamaño y peso, pero tu abuelita Jacinta me consoló y me dijo que yo también nací así y luego me engordé y fui muy sana, como tu también lo serás amor mío. Yo siempre estaré contigo mi corazón, las mamis en el cielo nunca duermen, por eso me puedes buscar y hablar conmigo el momento en que quieras, sin importar ni el día ni la hora. Con amor mamá”.
Las lágrimas que ya se habían secado en su rostro se ven acompañadas por nuevas compañeras; al terminar de leer la nota la guarda nuevamente dentro de los escarpines, sigue revisando y ahora ve un sobre de papel color naranja, al abrirlo mira unos cabellos y junto a ellos otra nota de la misma autora.
“Mi preciosa Mary conservé este rizo de tu primer corte, cuando tenías un año y medio. Hija tienes mi color de cabello y lamentablemente la misma forma, no serás churuda ni tendrás el cabello lacio, será una mezcla rara que te dará un poco de malgenio al manejarlo, pero tranquilidad mi corazón, yo ya pasé por eso y te escribo aquí la marca de la crema para peinar que ayudará a domar tu cabello para que luzcas más hermosa: Loreal crema para peinar nivel 3, sólo debes colocar un poquito en tus palmas y aplicarte cuando el cabello está húmedo y luego peinarlo. Con amor mamá”.
Francisco estaba tan concentrado en su lectura que no se dio cuenta que unos pequeños brazos cubrían su cuello.
—Papi, la curiosidad…
—Mató al gato mi amor.
—Encontraste mi tesoro, mami le dejó a mi abuelita Jacinta y ella me la entregó hace algún tiempo; ella me dejó muchos consejos e historias, me gusta mucho este regalo.
—Tu mami como siempre pensó en todo, mañana mismo te compro la crema para tu cabello, ¿porqué no me la habías pedido?
—Pa`… porque me daba miedo que te pusieras más triste al recordarte la crema que mami usaba, no quiero que…
—Mija disculpa, es verdad que la tristeza no deja de acompañarme, te prometo que voy a encerrarla en mi clóset por más tiempo y la dejaré salir de vez en cuando y poco a poco.
—Pa`, ¡es un trato!
—Sí, es un trato y ahora, a dormir que mañana hay que madrugar.
Francisco la arropó nuevamente, arregló su cabello y ahora si le dio un beso sonoro en la frente. Se detuvo en la puerta, la pequeña sacó su manito y le regaló un beso volado.
—Te lo mereces, porque hoy ¡te has portado muy bien pa`!
Sofia Luzuriaga
Nora me hiciste llorar
Mercedes
Gracias por tus comentarios mi querida Claudia, me encanta que te hayas identificado.
Claudia
Ahora a la que se le escapa las lágrimas es a mí, jaja y río también porque me identifico con esos mismos escarpines y mechones guardados, así tal cual ni tan rizos ni tan labios y hoy justo al salir al trabajo, al despedirme de mi nena ella ya de 18 ahora, temía de que mi beso en la frente sonoro la despertara de sus vacaciones al fin! Y le di un besito volado yo a ella, como para las niñas que se portan bien.)
Muy lindo relato mi Nori!!