enero 15, 2025 Blog Los Ojos de colección Por: Carlos Vásconez El tuerto Alvarado tenía un ojo de vidrio. El auténticose le había destrozado en el entusiasmo del descorchede una botella de vino. Tanto había sido su enardecimientoque el alcornoque salió disparado como unrayo contra su ojo.Desde entonces portaba, como digno hombreque sabe que todo ajuar es un disfraz, su colección deojos de vidrio en un estuche bermejo y aterciopelado,que cualquiera confundiría con una caja de chocolateso de habanos.El primero que mostró a sus amigos, era un ojobrillante y alegre. “Lo uso en mi cumpleaños –explicó–y en los cocteles por motivos culturales. Perocuando bebo más de lo que se puede llamar lo idóneo,tengo que cambiarme el ojo alegre por este otro,que es un ojo borracho y desafocado. Al día siguiente,en cuanto me levanto, me pongo un ojo inyectado desangre, ¿ven ustedes?”De tal modo, les enseñó una colección nadaortodoxa que había mandado elaborar en Londres aun hombre que hacía muñecos de cera para museos.Tenía ojos para todo, para ver la belleza de una mujer,un ojo de vidrio tierno y hambriento, otro parausar en su ataúd y hasta uno que parecería lagrimear.Por fin enseñó el que los conmovería, uno de mujer.–¿Y cómo sabe, Alvarado, que es uno de mujer?–Porque cuando me lo probé, sentí un cosqui-lleo al verle al Miguelito. Share: