Por: Yesenia Espinoza Román
Extiendo la prenda peluda y sucia como si pusiera en evidencia mis delitos. Derramo agua jabonosa tratando de humedecer las costras del dolor. Enciendo el instrumento de purificación y como en una especie de confesión voy contando cada detalle de mis sucesos pecaminosos. Para ello, muevo el aparato de manera circular por varios minutos. Luego, sobre la alfombra, coloco agua y, con una espátula grande, expulso la primera capa de suciedad. Nuevamente, el artefacto pasa por el tapiz de manera vertical y horizontal para que esté levemente limpio. De esta tarea, lo que más disfruto es la espuma que se forma. Es la parte más placentera. En ella se forja la esperanza de sanación y se van partículas de miedo y algo de las bacterias del silencio. Repito la faena. Ahora con mi mano y un cepillo, limpio cada parte de la moqueta y siento que en cada felpa se figuran colores y texturas originales.
Cuando el ritual termina la miseria que me invadía ha desaparecido.
El micro relato se hace presenta en la pluma de nuestra invitada, la escritora Yesenia, gracias por sumarte y hacer de un acto tan «sencillo» una catarsis sensorial. Esperamos seguir leyéndote.
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Mercedes
El micro relato se hace presenta en la pluma de nuestra invitada, la escritora Yesenia, gracias por sumarte y hacer de un acto tan «sencillo» una catarsis sensorial. Esperamos seguir leyéndote.