Existió un tiempo en que la gente convivía con las hadas y éstas ayudaban a los hombres a hacer sus vidas más hermosas y felices.
Durante ese tiempo, la luna alumbraba con su luz la oscuridad de la noche, las estrellas alegres titilaban, solo se escuchaba el sonido de los búhos y el canto de los grillos. Todo estaba preparado para que todos pudieran descansar y dormir en paz.
Todos dormían a excepción del hada de los sueños. Volaba aunque prácticamente sus alas no se movían, rozaba con su varita las cabezas de quienes dormían y con su voz que parecía una canción de cuna decía “Dulces sueños”. Si alguien la viera en la noche podría confundirla con una luciérnaga. Por último con sus manos casi transparentes tapaba con cuidado a los niños que habían botado sus cobijas al suelo.
Su labor era muy importante: cuidar el descanso de la gente y hacer que tengan los más hermosos sueños para que al día siguiente todos estuvieran alegres y relajados.
Creaba sueños para todos los gustos; algunos soñaban que volaban, otros que bailaban toda la noche, otros se imaginaban visitando los más extraños países. Había unos sueños tan graciosos que quien los soñaba empezaba a reírse y podía despertar a cualquiera que lo escuchara.
Sin embargo, la gente siempre tan exigente, empezó a pedir cada vez más al hada de los sueños: “¡Queremos sueños más largos! decían, ¡Todas las noches debemos soñar algo distinto!, ¡Falta más color en nuestros sueños!
La pobre hada, trabajó sin descanso tratando de cumplir las exigencias de la gente. Durante el día, pasaba creando coloridos, largos sueños y diferentes sueños y en la noche recorría sin descanso los cuartos de todos los que dormían. Sin embargo, luego de tanto trabajo, se cansó y se quedó dormida.
Este espacio, fue aprovechado por el hada de las pesadillas; movía sus alas rápidamente, pasaba zumbando sin cuidado como un molesto moscardón, tocando con su varita las cabezas de quienes dormían, con su voz que era un chillido, muy parecido al de un ratón decía “Qué tengas las más feas pesadillas”, quienes dormían movían la cabeza agitados como queriendo evitar el ruido molesto que perturbaba sus sueños. Esa noche, en lugar de tener hermosos sueños, las más horribles pesadillas aparecieron.
Las pesadillas hicieron que toda la gente en la tierra se despertara agitada, ansiosa y triste. Al día siguiente todos estaban cansados y nadie pudo trabajar, estudiar o hacer nada bien.
La gente estaba preocupada: “¿Qué pasó con nuestros sueños?, ¿Por qué ahora no hemos podido descansar?”.
Preocupados fueron a preguntarle a la reina de las hadas. La verdad, es que esta sabia hada había sido quién, viendo lo exigente que era la gente había decidido mandar al hada de las pesadillas para darles una lección.
Con voz seria y calmada la anciana hada les dijo:
– Ustedes querían sueños mejores; más largos y coloridos, sin disfrutar y agradecer por lo que tenían. Es por eso que he mandado a las pesadillas para que vean lo que pasa en un mundo en que no hay sueños. El hada de los sueños despertará y cuidará su descanso, pero a veces, también mandaré al hada de las pesadillas para que aprendan a apreciar los sueños buenos.
Desde entonces el hada de los sueños y el hada de las pesadillas trabajan juntas, porque cuando la gente pasa por momentos malos aprende a apreciar los que son buenos.
Mercedes
Verónica gracias por sumarte al proyecto literario. Gracias por recordarnos la importancia de soñar, espero seguir leyéndote en este espacio.
Verónica
Hola Mercedes, muchas gracias por tu respuesta. Con gusto y con ganas de seguir aportando en este lindo espacio 🙂