Un arrebato, un impulso,

se convierte en condena;

la llama viva, la llama encendida

no me quema.

Tanto odio, tanta ira.

El volcán de mis heridas

se despierta con un soplo.

En las entrañas de la tierra

susurra un rugido.

Me asusta, me inmoviliza.

El indulto es un hombre de fantasía,

de sombrero de copa y capa,

que me mira y se burla

desde el altar que construí.

El deseo arde en el vientre.

El placer retenido acabará con mis entrañas.

Mas, no me quema.

Y el miedo, arjé de mi existencia

se inmuta, se sociega

me grita, sacude mi fuerza.

Y al final, se esconde de mí.

Tanto odio, tanta ira.

El fuego se esparce

y acaba con todo;

la sangre en las venas arde

y se desploma.

Nada ha resistido:

ni el indulto o el miedo

ni el volcán, ni la tierra.

Mas, no me quema.

Tanto odio, tanta ira.

Es arrebato y condena.